El Mester de Juglaría y otras historias del Rallye de Avilés

| 12/07/2015

«Cuando todo el mundo hablaba de la profesionalidad de Carlos Sainz este guaje ya era un metódico en los rallyes. Preparaba las carreras a conciencia, calculaba por su dorsal a qué hora pasaría por el tramo y trataba de entrenarlo en los días previos a esas horas para encontrarse en condiciones similares. A sus copilotos les exigía la misma profesionalidad; no quería que fumasen en la semana previa al rallye para que su voz aguantase bien la prueba… ¡claro!, las de aquellos años que no tienen que ver nada con las de ahora en cuanto a duración. ¡Incluso tomaba zumos de zanahoria para mejorar la vista antes de cada carrera! En una ocasión necesitaba unas llantas para el coche y como no las había aquí se fue a buscarlas a Francia. 800 km del tirón para llegar justo el día de la carrera».

Benditas historias de cuneta que amenizan las largas esperas en un rallye. Me gusta escucharlas porque tienen esa mezcla de leyendas de transmisión oral -de las que nadie sabe quién fue el primero en contarla- e historietas de barra de bar que se conforman con algo de realidad y mucho adorno, más propio del Mester de Juglaría. Y aquel chico contaba anécdotas a la velocidad del rayo, con ese inconfundible acento asturiano que confiere a las cosas del motor el empaque y la calidad que no escuchas en otras comunidades autónomas.

Bien valían aquellas anécdotas como bálsamo para un Rallye de Avilés del que destacar poco más allá que la victoria absoluta de Daniel Alonso. El Campeonato de España de Rallyes de Velocidad para vehículos Históricos sigue adoleciendo de competitividad, y entre eso y una inscripción floja en cantidad, el público se queda con pocos argumentos para justificar su desplazamiento a los tramos. Una lástima, porque todos -los habituales del nacional- ponen su empeño en moverse a lo largo y ancho de la península.

Así las cosas, a Alonso no hay que negarle el mérito de esforzarse y dar lo mejor de sí en pos de una victoria -la quinta en este rallye para el avilesino- que si bien fue fácil de conseguir no le hizo poner el control de crucero en su Ford Sierra Cosworth; al contrario, y como aseguraba al terminar la prueba, «por respeto a la afición que se acercó a los tramos, corrimos y tratamos de bajar nuestros tiempos». Se nota cierto cansancio en la cara de Daniel, es de los pocos que tira del carro de este campeonato, tratando de llamar y arrastrar a coetáneos y propietarios de coches con este bagaje histórico a sumarse a un certamen del que, todavía, confía en que puede dar mucho de sí. Xavier Domenech se sumó a esa llamada en lo primeros rallyes, poniendo su granito de arena; la ausencia del catalán en Avilés se ha dejado notar… pero aún quedan muchos más pilotos y equipos «y es necesario que alguien dé con la tecla que cambie todo esto».

A falta de batallas, el Rallye de Avilés fue de historias particulares. La de Carles Palou, necesitado de resultado tras los amargos abandonos en pruebas precedentes y que disfrutó de lo lindo en los tramos asturianos; la de Manuel Gómez, con un Audi Quattro que se hacía duro de llevar por los tramos asturianos, o la de César Palacio -entre otros- que aterrizó con un BMWW 325i recién salido del horno y con el que poco más pudo hacer que estar en la línea de meta con un tiempo que, en una hipotética general combinada, lo hubiera situado en la segunda posición.

Por cierto, el piloto de las zanahorias, el viaje relámpago a Francia y de los copilotos sin fumar hasta nuevo aviso, también estaba presente en la prueba. No vamos a decir quién es. Algunos de vosotros -seguro que conocedores de la anécdota- sabréis de quién hablamos; para el resto, mejor que os acerquéis hasta Asturias -el viaje merece la pena- y escuchéis la historia de boca de alguno de aquellos juglares que te puedes encontrar en una cuneta de cualquier prueba automovilística. Está claro que aquí el automovilismo se vive como en ningún otro sitio.

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