Llámalo Cineflex, llámalo Wescam (lo decimos por el título del vídeo)… no dejan de ser marcas comerciales sobre una tecnología similar de estabilización de imágenes para la grabación de vídeo, en este caso desde un helicóptero. Un dispositivo -aparte del engendro volador- que vale un riñón y la mitad del otro pero con el que se consiguen imágenes realmente espectaculares.
Ahora bien, la tecnología -como la potencia- sin control no sirve de nada. Tras esos aparatos hay un operario y un piloto cuya compenetración es máxima. Se juegan el tipo en maniobras arriesgadas… pero también el material, combustible y horas de turbina y grabación que igualmente cuestan un riñón. Han entrenado los tramos como los pilotos y el día de la carrera no pueden fallar con su coreografía.
Por experiencia podéis creerme que no es nada fácil, ni mucho menos, perseguir mientras grabas a un vehículo de rallyes que circula a velocidades de infarto, que se pierde entre los árboles y aparece de nuevo muchos metros después y de improvisto. Conseguir esa secuencia, que sea fluida y sin saltos y además haciéndola atractiva al espectador, es un reto para el que muy pocos operarios están especializados.
Así que bien vale un reconocimiento a esta gente de la que todavía, a día de hoy, su trabajo y resultados tienen más valor que el dron más actual que pueda estar a la venta en la web y al que poder incorporarle una GoPro. Además, verlos llegar a ras de suelo persiguiendo al vehículo de rallyes de turno sigue siendo una de esas visiones que te erizan el pelo como pocas cosas.