Ogier ¿siempre cae de pie?

| 30/06/2014
Sebastien Ogier, Rallye de Polonia

Al saber le llaman suerte, dice mi madre. Y con Sebastien Ogier pasa un poco lo mismo: salva lo insalvable (ya habrás visto la “librada” en sexta a fondo que se ha marcado en el Rallye de Polonia) y lo hace de una forma tan sencilla que parece que la fortuna caprichosa lo ha querido así. Pero, creedme, no es por casualidad.

Va en el mejor coche, cierto, pero hay que tener el talento suficiente como para que los dueños de ese VW Polo R WRC se fijen en ti y te lo ofrezcan. Y, por supuesto, los responsables de Volkswagen le habían visto plantar cara al mismísimo Sebastien Loeb en Citroën, demostrando que su hambre era infinita y no se saciaba con un par de victorias. Tiene en el bolsillo su primer título mundial y el segundo está al caer; si todo va bien, batirá los récords de su compatriota. Es bueno; no creo que nadie pueda negarlo.

También es verdad que en este deporte el factor suerte es muy importante y en Polonia Ogier la tuvo de su parte. En una prueba desconocida para la mayoría y rapidísima, el piloto galo solventó los errores en las notas (¿qué te ha pasado, Mikko Hirvonen?), fue respetado por los pinchazos, se encontró un coche parado en medio del tramo que le hizo perder tiempo y la organización le restó esos segundos… Y cuando ya estábamos pensando que, a falta de los ataques de Jari-Matti Latvala, Andreas Mikkelsen iba a ser un sustituto más que digno a la hora de disputarle la victoria, el noruego empezó a verse afectado por problemas de frenos y se desinfló, sabiendo que había perdido una oportunidad de oro para vencer en una prueba del WRC.

Esto no pasa sólo porque al destino le caigas bien. La suerte también se busca; suele llegar asociada a la capacidad de trabajo y la ambición. A Ogier le sobran ambas (sobre todo, la segunda; basta con mirarle a los ojos para darse cuenta), por eso se va de vacaciones con una renta de 50 puntos sobre su rival más directo en el certamen, Latvala. ¡Qué abuso!, pensarán algunos. ¡Siempre gana el mismo!, dicen otros. ¿Te suena? Efectivamente, los comentarios que se escuchaban en la “era Loeb”. Él también aparecía como recién duchado al final de los tramos más agotadores y te contaba muy serio que había tenido problemas, como todos. Le recordabas que había metido un buen puñado de segundos a sus contrincantes y se encogía de hombros con media sonrisa, en un gesto claro de “yo sólo hago mi trabajo”. Ogier hace lo mismo. ¿Casualidad? No lo creo…

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