La ovación del Rally Costa Brava a 16 estudiantes japoneses

| 17/03/2015

A punto de dar las once de la noche, en una de las plantas superiores del palacio de congresos de Girona se celebra la cena final del rally Costa Brava. Un evento al que estan invitados los pilotos participantes y tras el que se celebraría la entrega de premios protocolaria. Junto al comedor, lleno de solícitos camareros y con una chica de hermosa voz amenizando la velada, y en lo que parece una sala de recepción con cafetería, un grupo de estudiantes japoneses se rifa las dos o tres sillas libres que hay allí para descansar. Alguno incluso desiste, se rinde al agotamiento y opta por sentarse en el suelo.

Sus caras lo dicen todo. Varios días de intenso trabajo, horas intempestivas para quien no está acostumbrado a ese ritmo mediterráneo, la insalvable diferencia horaria entre países… vamos, que en ese momento el Costa Brava les está llegando al fondo del trigémino y lo que quieren es pegarle un buen meneo a la cama.

Todos visten igual: una chaqueta amarillo chillón llena de innumerables parches con patrocinadores; todos, o casi todos, peinan igual; y todos, o casi todos, están pegados a la pantalla de un teléfono móvil que probablemente ni hayamos visto en la vida por estas latitudes… eso sí, cuando no cierran los ojos, apoyan la cabeza contra la pared y directamente disfrutan del segundo sueño.

A punto de comenzar la entrega de premios, los camareros y personal de rallye hacen acopio de sillas en una esquina del comedor e invitan a la delegación japonesa a entrar y tomar asiento. Educación y pudor a partes iguales, aquel grupo entra con la mirada baja, saludando discretamente con la cabeza y casi pidiendo perdón por molestar al más de un centenar de personas que apura el postre mientas escucha las primeras palabras del discurso final de rallye de Alex Romaní, el responsable de esta prueba puntuable para los Campeonatos de España y Europa de rallyes de Velocidad y Regularidad para Vehículos Históricos.

La ceremonia… bueno, ya sabéis como son. Las exigencias de las federaciones casi obligan a entregar más premios que participantes, con lo que los podios se alargan y los pobres nipones, rendidos, dejan caer sus cabezas mientras se sobresaltan de vez en cuando con el tono ágil y dinámico del joven presentador de la gala… hasta que llega el turno de las categorías de regularidad y el organizador decide entregar un premio especial de reconocimiento a este equipo. De repente y sin que nadie se lo pidiese, el sopor del momento se transforma en una sentida ovación de todos los presentes en ese comedor, que no dudan incluso en ponerse en pié para reconocer el esfuerzo de estos chicos, muchos de ellos, a tenor de sus rasgos, de poco más de veinte años.

Al frente de ese grupo está Kohei Kusaka, un tipo vestido con un espectacular Kimono de gala. Junto a él, Kenjiro Shinozuka… obviamos las presentaciones; suponemos que todos sabéis de sobra quién es este piloto. Shinozuka (en el centro de la foto que abre este artículo) también aplaude mientras mira atrás y señala al grupo de chicos que, abrumados por el momento, dan las gracias tímidamente ante esa efusiva demostración de cariño. Cuando los miro no dejo de pensar en que deben estar alucinando con el momento.

Pero no es para menos ese reconocimiento que, casi diría, se mezcla con envidia sana. Porque este grupo de japoneses forma parte del equipo Historic Rally Project 2015 «Team Go». Los dieciséis chavales son estudiantes de Tokio, integrados en un grupo universitario que lidera el profesor Kohei Kusaka y que cada curso aborda el proyecto de restauración completa de un vehículo histórico japonés. El proyecto parte de cero y termina con el automóvil adaptado para su participación en rallyes de regularidad.

Ellos asumen todos los roles e incluso se encargan de la gestión, patrocinios y logística, y una vez concluida la parte técnica en su país, embarcan los coches (este año un Mitsubishi Lancer 1600 y un Toyota Corolla Levin) el camión de asistencia y se desplazan a Europa para disputar varias pruebas. Kusaka ejerce incluso de copiloto en uno de los vehículos, mientras que este año, y como novedad, contaron con Shinozuka para ponerse a los mandos del Mitsubishi. Un padrino de altura para un proyecto universitario del que, desde luego, deberían tomar nota la mayoría de centros académicos occidentales.

Hablando con Kenjiro Shinozuka en la previa del Rally Costa Brava, el ganador del Dakar de 1997 me comentaba lo mucho que le ilusionaba el proyecto, el hecho de volver a participar en rallyes de regularidad (disciplina con la que comenzó en el automovilismo), hacerlo al otro lado del mundo y, sobre todo, compartir esta experiencia con el grupo de estudiantes. En un inglés macarrónico -pero infinitamente mejor que el mío- Shinozuka aseguraba que «entre estos chicos me he encontrado con gente muy inteligente, pero todavía carecen de experiencia vital, y eso es lo que han venido a hacer aquí»… a muchas horas de avión de su casa y en un país donde más de un centenar de personas aplaudía su dedicación a un proyecto tan bonito.

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