Hiperfocal *… La vecchia signora

| 19/11/2008

La ocasión la pintaban calva. Además, del Rallye Costa Brava, penúltima prueba valedera para el campeonato de España, existía la posibilidad de contemplar los participantes en el certamen FIA para Vehículos Históricos, nada menos que con la presencia de Sandro Munari y Bjorn Waldegaard, eternos rivales, al volante de un Lancia Stratos ‘Alitalia’, cómo no, y un Ford Escort MK1.

Por tanto, no me costó mucho convencer a mi mujer para levantarnos a las seis de la mañana de un sábado para acudir al Eix Transversal y poder admirar acompañados del pequeño Adrián, de cinco años, un modelo único de coche de rally.

Cuando mi amigo Cristiano Fissore se deshizo de su colección de Lancias, incluido un Stratos grupo 4 que Carlos Sainz probó para MOTOR 16 en 1993, me llamó casi pidiéndome permiso para llevar a cabo tal ‘sacrilegio’ por lo que estuve tentado de pedirle un precio por alguno de ellos. Pero no era solo el hecho de adquirirlo y, ya está: necesitaba un lugar protegido para guardarlo (imposible en los veintipocos m2 del salón de casa), un seguro contra robo (y contra niños) y alguien con los conocimientos suficientes para mantenerlo a punto para una vuelta dominical de vez en cuando. ¡Esa es precisamente la diferencia entre ser millonario o no!. O sea que tuve que desistir.

Como ya dije en otra columna anterior nunca había visto correr a ‘Il Drago’, así que no podía dejar pasar la ocasión. Además con motivo de la reedición el año que viene del libro VITA DA RALLY que realizó mi amigo Aldo Seregni, DEP, en 1975, y cuyo prólogo había sido escrito por el piloto transalpino, me debía reencontrar con él para plasmar uno nuevo.

La vista quedó satisfecha, no así mi oído. Me explico. Para evitar las malditas cintas rojas que también ‘florecen’ en el macizo del Montseny, me encaminé a la curva típica del ‘shakedown’ del viejo Rally Cataluña-Costa Brava. Éramos unos pocos aficionados, entre ellos un campeón de España de Rallyes, y algún fotógrafo. La noche anterior había sido una criba, pero los supervivientes al recorrido, el tiempo y la historia empezaban a desfilar: eran abundantes los Porsche 911 en todas sus versiones, tampoco faltaban los vehículos de la marca de Boreham, con el espectacular Jesús Ferreiro o el andorrano Ferrán Font haciendo manos con un Escort MK2.

Quedaban pocos kilómetros para la meta del tramo Sant Hilari-La Cantina, 24,91 kilómetros. Debían cubrir primero la rotonda bajo el gran puente, ya famoso en todo el mundo, luego la curva del restaurante La Cantina y otra vez la rotonda: casi dos kilómetros imperceptibles a mi vista, excepto una docena de metros, camino del Col del Buch; pero no al oído, capaz de seguir, de detectar, las acciones del pie derecho sobre el acelerador y del izquierdo sobre freno y embrague, y su efecto sobre motores de seis cilindros y veinticuatro válvulas.

No, no era como hace treinta años. El ruido ya no era igual que el emitido entonces por los viejos ‘taxi’ del ‘Marqués de Viladrau’ o ‘El Nen’, el del Porsche de Claudi Caba o el Lancia Stratos verde de ‘El Príncipe’. Tampoco su intensidad a igualdad de montura, con gloriosas excepciones. La vista no engañaba, eran los coches de mi juventud, pero los tiempos eran, son, otros. Finalmente pasó Sandro Munari, acelerando, cruzando un magnífico Lancia Stratos con los colores de Alitalia. Apreté a fondo el disparador de mi Nikon D3 para inmortalizarlo, no ya mi vieja Nikkormat FT3 y pensé con tristeza aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Seguro que Adrián cuando sea mayor no se acordará, pero no podrá decir que nunca lo vio.

Esteban Delgado

*Hiperfocal: Dícese de la distancia más corta a la que puede enfocarse un objetivo de forma que su profundidad de campo se extienda hasta el infinito.

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