Hiperfocal *. Historia de un paraguas amarillo

| 02/05/2011

Hoy 2 de mayo de 2011 se cumplen 25 años de la desaparición de Henri Toivonen y Sergio Cresto en el Tour de Corse tras salirse inexplicablemente de la carretera su Lancia Delta S4 en el tramo de Corte-Taverna.

Historia de un paraguas amarillo

Existen personas que, por diversas razones, jamás se separan o van a ningún sitio sin un determinado objeto. Personalmente, en mis desplazamientos profesionales, nunca me separo de un paraguas. Un paraguas grande, de madera, de un desacostumbrado color amarillo, regalo de una casa comercial, que nunca me atrevo a utilizar fuera de las competiciones.

Un paraguas que es la antítesis de los análogos ‘made in Taiwan’ que se pueden comprar en Andorra por poco más de trescientas pesetas, un paraguas cuyo transporte resulta un auténtico engorro cuando se utiliza el avión. Pero, ¡ah, amigo, cuando llueve…!. Una vez desplegado tienes la sensación de estar observando el mundo tras el cristal de un cálido y seco refugio. Todos a tu alrededor tratan de guarecerse del líquido elemento, en vano, mientras puedes atisbar de reojo alguna mirada de súplica o envidia. Incluso, con el tiempo, uno aprende a disparar las cámaras fotográficas a la vez que sostiene, como un consumado equilibrista, el paraguas en posición vertical.

Cuando el pasado 30 de abril tomé el avión para Marsella y enlazar con el de Ajaccio, yo cargaba con mi paraguas, grande, de madera, de un desacostumbrado color amarillo. Pero a pesar de las previsiones meteorológicas, el tiempo reinante en la isla corsa me hacía olvidarlo en el fondo del maletero. Y en él se quedaba, como si de un trasto viejo se tratase, cuando tras aparcar el vehículo me encaminé a Castirla, una pequeña agrupación de casas cuyo puente sobre uno de los innumerables torrentes corsos se ha convertido en una de las clásicas instantáneas del Tour de Corse, situado a unos doce kilómetros de la salida del décimo octavo tramo cronometrado.

Eran poco más de las dos y media de la tarde. Las montañas y una ligera capa de nubes impedían que hubiese una mayor luminosidad sobre la escena. Nada importante. Según mis cálculos el Lancia Delta S4 nº 4 de Henri Toivonen y Sergio Cresto debía aparecer sobre las tres cruzando el puente. Faltaba pues una media hora. Solo cabía esperar con paciencia, infinita paciencia, sin moverse del sitio elegido para tomar las fotografías correspondientes. Un sitio ganado con paciencia, poco a poco, entre la nube de compañeros de prensa. Enfocar y medir la luz sobre el punto escogido. Así una y mil veces. Para matar el tiempo.

De pronto, un grueso goterón cayó sin avisar sobre mi cabeza. Mirada al cielo y ligera preocupación. Más goterones. Lo que hasta entonces había sido un aviso, había dejado de ser tal. Entonces dude entre refugiarme del maldito aguacero o seguir impertérrito en mi sitio.

Al final, profesión obliga. Pensé en aquel paraguas, grande, de madera, de un desacostumbrado color amarillo que se reía desde el fondo del maletero. Pensé en las incontables ocasiones que lo había llevado conmigo sin utilizarlo, pero seguro de no quedar empapado, tal y como ahora me encontraba. De la cabeza a los pies, preocupado por mi cámara fotográfica y acordándome una vez y otra de aquel maldito paraguas.

Para entonces ya debería haber pasado Henri Toivonen. De pronto, un gran revuelo. El vehículo del médico partió rápidamente hacia el principio del tramo. La idea del accidente se apropió de todos. La lluvia cesaba poco a poco y los truenos indicaban su camino hacia otros lugares. Iban llegando más noticias. Henri y Sergio se habían salido de la carretera. La radio anunciaba que su Lancia Delta S4 tras perder el contacto con el suelo, había ido a golpear contra unos árboles, explotando y que sus ocupantes habían perecido bajo las llamas… . Ya no importaba ni la lluvia ni el estado de mis ropas o las cámaras. ¡Maldito paraguas!.

Esteban Delgado

(Publicado en el nº 44 de Solo Auto 4×4 en junio de 1986)

*Hiperfocal: Dícese de la distancia más corta a la que puede enfocarse un objetivo de forma que su profundidad de campo se extienda hasta el infinito.

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