Amador Vidal, un tipo made in «Costa da Morte»

| 17/11/2014

Hace unos años una obsesión le rondaba la cabeza: Travis Pastrana. Sí, aquel piloto-showman americano y su salto de 82 metros le dejaron «tocado». No podía quitárselos de la cabeza. Por entonces, la productora para la que yo trabajaba empezó a pergeñar, junto con otra gente, un proyecto de Gymkhana con su toque galaico (tenéis que entender que era el momento álgido de Ken Block). Iba a tener gallinas, cerdos, música de gaitas, una «paisana» mayor que se asustaba al paso de un coche de carreras (uno de los Evo de AR Vidal) y le gritaba con su particular acento, «¡onde vas, desjraciao!!…» y un plano secuencia final que iba a ser brutal, grabado con uno de los por entonces inminentes octocópteros, por una pista de tierra que serpenteaba y hacía equilibrios  sobre un interminable rompiente frente al mar. El paisaje era, y es, espectacular. Aquel plano, ambientado con el tema central de «Mar adentro», tenía todos los visos de provocar sensaciones al estilo de los anuncios de Gadis (muy épico, para los que no sois de Galicia y no hayáis visto algunos de sus spots publicitarios. Podéis buscarlos en youtube).

Pero a Amador Vidal aquella idea le parecía poco. Él quería algo más. Tenía que hacer un salto. «Todo muy bien, muy bonito, pero tenemos que terminar con un salto» me decía una y otra vez… y Pastrana volvía a ser el tema central de su discurso.

¿Loco?. Al contrario; de la Costa da Morte. Muchas veces se ha bromeado con que esa zona de Galicia es especial. Que el hecho de que se ubique en el punto exacto de confluencia entre los vientos cantábricos y las borrascas atlánticas forja carácter. Y algo debe tener de cierto. Porque vivir en un territorio con un clima particular (húmedo, frío, ventoso) y junto a un mar que desgraciadamente se ha tragado muchas vidas, termina por endurecer a las gentes, hacerlas más valientes y echadas para adelante. Y de eso nuestro protagonista tiene más que de sobra.

Por eso, su presencia en un rallye es garantía de éxito, y en Galicia bien que lo saben. Porque es valiente, agresivo en su conducción y, a poco que las cosas se pongan a tiro, uno de los aspirantes a estar arriba y ganar. Rallyes de tierra, de asfalto, autocross, subidas de montaña… le «pega» a todo, y en todas las especialidades destaca, haciendo de él un piloto que, como muchos reconocen, en su momento no pudo llegar más allá porque el presupuesto y los apoyos económicos eran los que eran y porque el trabajo en AR Vidal, la empresa familiar, estaba por encima de todo.

«Pero tengo que saltar» – ¡y dale con la cantinela!, pensaba yo cada vez que me encontraba con él y me soltaba lo mismo-. Es más, su idea era hacerlo sobre un río o un hórreo (por darle continuidad al vídeo y mantener el toque gallego) o incluso, probablemente después de darle muchas vueltas en la almohada, realizarlo en la L o ángulo de noventa grados de entrada a un espigón en un puerto pesquero cercano, utilizando un tiro bajo de cámara para magnificar la impresión y parecer que realmente volaba sobre el mar y los barcos (y yo alucinando con Amador y su rapidez en aprender técnicas cinematográficas) . Aquello iba en serio; tan en serio que tenía previsto hablar con un amigo ingeniero para ir adelantando los cálculos de velocidad necesaria y ángulo de inclinación en la gabarra de un tráiler que previamente se iba a convertir en la lanzadera perfecta para aquella hazaña.

– ¿y si caes mal y rompes el coche?, le decía, por aquello de enfriar el asunto…

– no importa, mientras no me haga daño- me respondía…

Desde luego, yo no dudaba ni un segundo de que era capaz de hacerlo.  El miedo era más por nuestra parte. Teníamos claro que, llegado el momento y con el Evo lanzando a toda velocidad, un milímetro antes de entrar en la rampa no iba a arrugar ni un solo dedo de su pie derecho, aplastado sobre el acelerador. Finalmente el proyecto se enfrió y sigue guardado en la estantería.

Me acordé de la historia este pasado fin de semana. Sabía que en el Rallye de Riolobos y llegado el momento, si Amador tenía que arriesgar tampoco iba a arrugar ni un solo dedo de su pie derecho, que saltaría los hórreos, ríos y puertos que hiciesen falta con tal de conseguir su objetivo. Pero lo hizo; los arrugó un poquito y cambió el corazón por la razón, afortunadamente porque en la recta final de ese rallye las circunstancias fueron bien distintas y tenían un claro fin: ser el nuevo Campeón de España de Rallyes de Tierra y quitarse así una espina que llevaba muchos años clavada.

Conseguido el título y ahora que lo pienso, Amador, con un poco de velocidad igual puedes trepar por una de las fachadas de la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela, ¿no?. Vete pensándolo y hablamos…

amadorvidalbierzo

 

 

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